El hallazgo se ha logrado gracias a las excavaciones realizadas en la cueva de El Mirón, en Ramales de la Victoria, un yacimiento de 18.500 años de antigüedad en el que trabaja desde hace años un equipo multidisciplinar dirigido por los profesores Manuel González Morales y Lawrence Straus.
Este descubrimiento sobre las técnicas de cocción en la prehistoria forma parte de la tesis doctoral del investigador japonés Yuichi Nakazawa y acaba de ser publicado en la edición electrónica de la revista estadounidense Journal of Archaeological Science, según ha informado la Universidad de Cantabria en un comunicado de prensa.
La investigación se basa en el estudio de uno de los hogares de cocina identificados en la cueva, en el que se han encontrado numerosos restos cocinados de animales (sobre todo cabras y ciervos), junto a instrumentos de sílex y cantos rodados de arenisca enrojecidos y rotos por su repetida exposición al fuego.
Un programa experimental desarrollado por el equipo de la Universidad de Nuevo México (EE.UU.) que trabaja en El Mirón ha permitido verificar que la rotura de esas piedras era el resultado de sucesivos ciclos de calentamiento a altas temperaturas en el hogar, seguido de enfriamientos bruscos por inmersión.
Los científicos que trabajan en esa cueva aseguran que tienen pruebas de que, entre sus moradores en el Magdaleniense, era una práctica generalizada hervir agua para cocer huesos y extraer la grasa, que se podía consumir directamente o bien separarla para que se solidificara y se pudiera utilizar más adelante.
"Así, frente a la imagen tradicional del asado como única forma de preparar los alimentos por parte de los cazadores paleolíticos, que vemos en muchos museos y obras de divulgación, ahora sabemos de manera contrastada que controlaban las técnicas de cocción ya en una fecha muy temprana", explica el catedrático González Morales, director del equipo del Instituto Internacional de Investigaciones Prehistóricas de Cantabria (IIIPC).
Para este trabajo, se recogieron casi 5.000 restos de talla de piedra, huesos de animales y cantos rodados en una excavación de cinco metros cuadrados de superficie y 20 centímetros de espesor en torno al hogar. Otros dos miembros del equipo de investigación, David Cuenca y Jorge Caro, han tratado todos los datos obtenidos de esos restos para analizar su distribución.
A partir del análisis de esos restos, explica la Universidad de Cantabria, se han podido reconstruir los procesos de utilización de los cantos empleados para hervir agua y su posterior abandono en torno a la hoguera una vez rotos. |