[Archport] Grandes mentiras arqueológicas (Diário Vasco online)
Grandes mentiras arqueológicas (Diário Vasco online)
Las falsificaciones como el 'hombre de Piltdown' y las tablillas de
Glozel han sido un fenómeno constante en la historia de las excavaciones
JULIO ARRIETA
| SAN SEBASTIÁN.
El escándalo de los hallazgos fraudulentos de Iruña Veleia ha vuelto a
demostrar que en arqueología no siempre es oro todo lo que reluce. En
el País Vasco no hay que remontarse muy atrás para encontrar otra
falsificación, la de la cueva de Zubialde, también en Álava, en la que
aparecieron en 1991 una serie de supuestas pinturas prehistóricas que
resultaron ser obra de uno o varios falsarios. Se trata de dos casos
muy llamativos, que sin embargo no son hechos aislados. Forman parte
de una cadena de imposturas que han afectado a la arqueología desde su
nacimiento como disciplina científica.
A principios de los años 30 el volumen de falsificaciones era tan
considerable que el experto francés André Vayson de Pradenne pudo
dedicar toda una monografía al asunto, Les fraudes en archéologie
préhistorique (1932). Este prehistoriador emprendió su investigación
motivado por el affaire Glozel, que todavía hoy es considerado el
engaño arqueológico más sonado de la historia.
El 1 de marzo de 1924, el campesino Claude Fradin y su nieto Emile, de
17 años, trabajaban en un terreno de la aldea de Glozel, a unos 17
kilómetros de Vichy (Francia), cuando descubrieron una tumba con
restos humanos y varios artefactos. Un médico aficionado a la
arqueología, el doctor Antonin Morlet, se hizo cargo del yacimiento,
empezó a excavarlo y obtuvo todo tipo de restos: huesos tallados,
piezas de sílex y unas tablillas de barro con textos en una escritura
desconocida. Si Morlet estaba en lo cierto, Glozel conservaba los
restos de la primera civilización dotada de escritura, hace la
friolera de 14.000 años.
Glozel obtuvo la bendición de varios sabios, entre ellos del célebre
arqueólogo Louis Capitan, por lo que el yacimiento se convirtió en la
sensación del momento. El lugar fue objeto de una guerra de
trincheras, con docenas de arqueólogos -tanto académicos como
aficionados- excavando codo con codo y en ocasiones a codazos. Un
enfrentamiento entre Capitan y Morlet hizo que el primero retirara su
apoyo al segundo y se pasara al bando de los críticos, que habían
empezado a observar ciertas anomalías en los hallazgos, como que uno
de los renos grabados en un hueso parecía calcado de otro publicado en
un libro. El hecho de que la escritura misteriosa fuera una mezcla de
alfabetos conocidos hizo dudar a más de un experto. La polémica entre
glozelianos y antiglozelianos fue subiendo de tono y acabó en los
juzgados, pero el caso no se cerró del todo hasta 1995.
Un informe del Ministerio de Cultura francés determinó que en Glozel
alguien había mezclado piezas claramente falsas con un revuelto de
objetos que iban desde la Prehistoria a la Edad Media. La identidad
del falsificador todavía es una incógnita.
El hombre orangután
El otro gran fraude sin resolver es el del hombre de Piltdown. Los
restos de este eslabón perdido de pega aparecieron en una gravera en
1912. Se trataba de unos fragmentos de cráneo humano y de una
mandíbula de aspecto simiesco, que una vez unidos parecían pertenecer
a una especie desconocida. A pesar de que alguna voz crítica llamó la
atención sobre la extrañeza de los restos el fraude se mantuvo hasta
1949, cuando una serie de pruebas científicas demostraron que el
hombre de Piltdown era la mezcla del cráneo de un hombre corriente y
una mandíbula de orangután. La mayoría de expertos achaca el fraude a
Dawson, aunque algunos científicos apuntan a otros sospechosos, entre
ellos Arthur Conan Doyle, el autor de Sherlock Holmes, y el jesuita
Pierre Teilhard de Chardin.
Aunque la arqueología ha progresado como ciencia, se siguen
produciendo casos muy parecidos a los que estudió Vayson de Pradenne.
Entre los más sonados destaca el de Shinichi Fujimura, un arqueólogo
japonés que plantaba de madrugada los artefactos prehistóricos que
desenterraban sus colaboradores durante el día. Fujimura fabricó
yacimientos enteros que demostraban la presencia humana en el
archipiélago japonés hace más de medio millón de años. Pillado in
fraganti por unos reporteros en noviembre de 2000, el arqueólogo
reconoció su culpabilidad, pidió disculpas y explicó que «había sido
víctima de la tentación».
¿Por qué suceden estas cosas? ¿Qué razones mueven a los falsarios?
Hace más de 80 años Vayson de Pradenne apuntaba al afán por obtener un
hallazgo destacable y obtener prestigio como una de las principales
causas del fraude arqueológico. En otros casos, los expertos apuntan a
sabotajes en los que el falsificador pretende dejar en ridículo al
defensor del hallazgo. Para muchos autores ese pudo ser el caso de
Piltdown.
António Correia
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