Transcrevo, com a
devida vénia. – J. d’E. De:
Historia e Historia del Derecho [mailto:DER-HISTANMEDER-L@listserv.ucm.es] Em nome de Pedro A. Porras Tesoros españoles bajo el mar; por
Ignacio Arroyo Martínez, Catedrático de la Universidad Autónoma de Barcelona y
presidente de la Asociación Española de Derecho Marítimo 29/12/2011 El día 29 de diciembre de 2011, se ha
publicado en el diario El País, un artículo de Ignacio Arroyo Martínez, en el
cual el autor opina sobre la protección del patrimonio cultural subacuático.
Trascribimos íntegramente dicho artículo. TESOROS ESPAÑOLES BAJO EL MAR La acertada política española con relación a la protección del
patrimonio cultural subacuático está de enhorabuena. Recientemente se han
producido unas decisiones judiciales que ayudan a despejar tres cuestiones
fundamentales. ¿A quién pertenecen los restos naufragados, a los antiguos
dueños o a los rescatadores? ¿Quién resuelve la controversia? ¿Existe una
solución universalmente aceptada? Preguntas tan sencillas exigen respuestas ciertamente complejas.
Pero la sociedad de la información impone sus criterios de brevedad, a riesgo
de incurrir en simplificaciones peligrosas. Las reflexiones que siguen vienen al caso de una información
general ya pasada y de otra reciente más concreta, pero una no se explica sin
la otra. Me refiero a la vigencia del convenio internacional que protege el
patrimonio cultural sumergido y a las recientes sentencias judiciales
norteamericanas dictadas con ocasión del medio millón de monedas de oro
recuperadas del fondo del mar y halladas entre los restos de la fragata
española Nuestra Señora de las Mercedes. La comunidad internacional es consciente de la importancia del
problema y ha tomado cartas en el asunto. Tras varios lustros de negociación,
gracias a los auspicios de la Unesco, se firmó en París, el 2 de noviembre de
2001, el Convenio Internacional sobre Protección del Patrimonio Cultural
Subacuático. El Tratado establece un régimen legal uniforme para que todos los
Estados, adoptando los mismos criterios, eviten que las disparidades nacionales
pongan en peligro el objetivo principal, y pacíficamente compartido, de
garantizar y fortalecer la protección del patrimonio cultural sumergido. La disciplina desgrana un conjunto de instrumentos que van desde
la imprescindible cooperación entre los Estados hasta el acceso responsable del
público, pasando por la preservación in situ, el empleo de medios propios de la
arqueología submarina, la prohibición de la explotación comercial y el respeto
de la inmunidad soberana de los buques y aeronaves de Estado. También trata de la
legitimación de los distintos Estados interesados; a saber, el Estado ribereño,
del pabellón, de la nacionalidad de los titulares y el de la nacionalidad de
los halladores o salvadores. Facultades que varían según el lugar donde se
encuentren los pecios: aguas interiores, mar territorial, zona contigua, zona
económica exclusiva y plataforma continental o la alta mar. Combinación de
factores que hacen harto compleja la disciplina. La Convención se aprobó con 87 votos a favor, 4 en contra y 15
abstenciones, entró en vigor el 2 de enero de 2009, tras la ratificación de 20
Estados, y España la incorporó al derecho interno el 5 de marzo de 2009. Países
tan importantes como Italia y Croacia, la han ratificado, pero Reino Unido,
Francia y Alemania no. Estados Unidos ha manifestado su oposición por motivos
técnicos, principalmente por la ambigüedad sobre la inmunidad de buques de
Estado y porque en el momento de la firma no era miembro de la Unesco. En todo
caso, sigue aumentando el número de países que la incorporan a su ordenamiento.
Lo que ayuda a la consolidación progresiva del denominado derecho débil (soft
law) y termina por convertirse en costumbre internacional, obligatoria entonces
para los Estados no ratificantes. Desde ese contexto general, vale la pena detenerse en las
recientes sentencias de la Corte de Apelación del Circuito 11 de EE UU,
fechadas el 21 de setiembre de 2011 y ratificadas por otra de 29 de noviembre,
no solo porque dan la razón al Reino de España contra la empresa norteamericana
de rescates Odyssey, en el famoso caso del navío Nuestra Señora de las
Mercedes, sino también porque ayudan a comprender mejor algunos aspectos de los
interrogantes anteriores. El buque se hundió en 1804 y parte de sus restos han sido
recuperados en aguas internacionales cercanas al estrecho de Gibraltar, a una
profundidad de El Reino de España se ha enfrentado, por un lado, a la empresa
salvadora que alega el derecho marítimo norteamericano sobre hallazgos y
salvamento (first came first served), según el cual los bienes abandonados y
salvados pertenecen al salvador. Por otro lado, a 25 personas individuales, que
sostienen ser herederos de los propietarios del cargamento. Y también ha
intervenido el Gobierno de Perú, reclamando la propiedad soberana, pues el
cargamento se fabricó en su territorio y por sus ciudadanos. Los jueces federales norteamericanos, primero la Corte de Distrito
de Tampa, Florida y ahora la Corte de Apelación, han dado la razón a España,
reconociéndole tanto la propiedad de los pecios como del cargamento. Sin
embargo, Odyssey ha anunciado un último recurso ante el Tribunal Supremo. Mas
son pocas las posibilidades de éxito porque, a diferencia de nuestro sistema
judicial, la casación debe ser autorizada por el mismo tribunal recurrido, y lo
hace si tiene dudas sobre su propio pronunciamiento. Y, además, conviene
recordar que superado ese filtro, solo prospera un centenar de los 5.000
recursos anuales que aproximadamente se formulan ante el Tribunal Supremo de
los Estados Unidos. No se trata de echar las campanas al vuelo, pero la noticia es
buena para España y para el interés general porque viene a corroborar la
doctrina anteriormente sentada en los casos La Galga de Andalucía y La Juno,
fragatas españolas hundidas en 1750 y 1802 con toda su tripulación a bordo, y
cuyos restos fueron rescatados en aguas que bañan el Estado de Virginia. En
ambos casos, la sentencia fue inicialmente favorable a la empresa privada
norteamericana (Sea Hunt), al entender que España había abandonado los restos,
pero revocada por la Corte Federal del Cuarto Circuito porque las dos fragatas
eran buques de la Armada y, por tanto, gozaban de inmunidad soberana. Y en
ningún caso, España había hecho declaración expresa de abandono. Los derechos
de salvamento fueron igualmente rechazados pues resultan improcedentes al
tratarse de restos de vidas humanas. El Tribunal Supremo no admitió el recurso,
zanjando definitivamente la propiedad a favor del Reino de España. La doctrina sentada en los casos Mercedes, Galga y Juno, confirma
que los buques de Estado gozan de inmunidad soberana y, por tanto, el Estado
del pabellón conserva la propiedad, salvo que se demuestre que ha renunciado
expresamente. Pero al experto le llaman más la atención tres aspectos no menos
relevantes. Primero, que estos litigios se han ventilado siempre ante la
jurisdicción norteamericana. Comprensible cuando los restos se encuentran en
aguas bajo su jurisdicción soberana, pero sorprendente cuando se encuentran en
aguas internacionales, o en aguas de otro Estado ribereño y los restos y sus
reclamantes no son todos de nacionalidad norteamericana. Segundo, que no siendo EE UU parte del Convenio de la Unesco, la
sentencia corrobora los mismos principios, acercando el derecho marítimo
norteamericano al derecho marítimo internacional. Y tercero, feliz coincidencia, porque lo que de verdad se ha
discutido no es tanto la protección del patrimonio cultural subacuático sino la
inmunidad soberana. Es decir, que los llamados "intereses del Estado"
se imponen a los "intereses del privado". Pero la cuestión de fondo, más allá del Convenio y de la
jurisprudencia, sigue siendo la misma: ¿por qué debemos dar al Estado, y
excluir al privado, el monopolio exclusivo de la protección del patrimonio
cultural subacuático? ¿Por qué esta manía de identificar interés general con
titularidad pública o estatal? ¿Acaso una bien dotada fundación privada no
puede proteger mejor, determinados bienes culturales, que un desvencijado museo
municipal? Saludos
cordiales Pedro Andrés Porras
Arboledas http://www.ucm.es/info/hisdere |
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