Atapuerca está
de enhorabuena. Se cumplen 50 años del comienzo de un sueño. Del inicio
de una aventura emprendida por el destinatario y el autor de la anterior
misiva en una época en la que poco o nada se conocía sobre la Evolución
Humana, la Paleontología y la Arqueología en una España que intentaba
superar los ecos de la posguerra para abrirse al exterior. Los primeros
científicos que llegaron al que hoy es uno de los yacimientos más
importantes de toda Europa, lo hicieron sin medios, por casualidad y sin
la ayuda económica de ninguna administración.
Todo comenzó en el otoño de 1962. Sin constancia del día exacto, los
miembros más veteranos del grupo de espeleología burgalés Edelweiss lo
sitúan en octubre. Fue el propio José Luis Ulibarri, miembro del grupo,
quien en una de las cavidades situadas en el trazado de la Trinchera del
Ferrocarril localizó diversos huesos fosilizados, lo que le permitió
evidenciar la gran antigüedad de aquel yacimiento inabarcable al que
bautizaron como Trinchera, sin diferenciar como hoy entre los yacimientos
de Galería y Gran Dolina.
Ana Isabel Ortega y Miguel Ángel Martín, miembros de Edelweiss y
conocedores de aquella historia que después marcó sus vidas, hacen
memoria desde el despacho que Ortega ocupa en la actualidad en el Centro Nacional de la
Evolución Humana, anexo al Museo de
la Evolución Humana. "Fueron los veteranos del
grupo los que iniciaron el trabajo de campo en unas condiciones de
extrema dureza, en las que prácticamente no había nada para picar aquella
gigante pared en la que al parecer había restos humanos", explica a
Ical Ortega.
Pese a que el descubrimiento tiene lugar en 1962 no es hasta abril del
año siguiente cuando se produce la visita oficial al yacimiento.
"Fueron muchas personas, se hicieron todos la fotos y fue el momento
en el que se dieron cuenta de lo viejo que tenía que ser aquello",
relata Martín, quien escuchó en su momento contar esta historia a quienes
la vivieron en primera persona, ya fallecidos. Es en este momento cuando
comienzan a aparecer nuevas piezas que hacen que muchos arqueólogos y
paleontólogos fijen su mirada en la sierra burgalesa.
"Apareció el primer bifaz del que hay constancia y se dató en el
Paleolítico Inferior". Se inicia en el verano de 1964 la primera
campaña de excavaciones. "Era poca gente pero se hizo mucho",
destaca Martín, quien agrega que en estas primeras campañas se
desplazaron personas de todo el norte del país entusiasmados con el
yacimiento.
PERMISOS Y EXPOLIO
La ausencia de una ley estatal que velase por el patrimonio y la carencia
de una administración centralizada en la que no existían gobiernos
autonómicos, y mucho menos ayudas por parte de éstos, hizo que los
primeros años de Atapuerca fuesen caóticos y algo confusos. El eco de las
noticias que llegaban desde los medios de comunicación, que ya por aquel
entonces hablaban de Atapuerca como 'el yacimiento prehistórico más
importante del país', llevó a paleontólogos de todo el país a intentar
rascar algo en la sierra de Atapuerca. "No se ha contabilizado todo
lo que pudieron llevarse, pero fue mucho", sentencia Martín, quien
explica que muchos de los grupos de trabajo de la época eran 'obreros'
que pasaban horas y horas picando hasta encontrar fósiles que llevarse.
Trinidad Torres, 'Trino', como le conocían sus amigos, inicia sus
trabajos en la Sima de los Huesos en 1975. En una de las campañas
aparecen junto a los restos de osos los primeros fósiles humanos que
Trino muestra a su director de tesis, Emiliano Aguirre. "Eran dos
trozos de mandíbula sin mentón que casaban perfectamente y de los que se
supo nada más verlos que eran del Pleistoceno Medio".
El antes y después de Atapuerca lo marcó Emiliano Aguirre, considerado
como el padre de Atapuerca, pese al camino emprendido antes por muchas
otras personas. "Emiliano decidió montar su propio equipo, excavar
la roca de arriba abajo y pasó años enteros preparando el yacimiento para
que luego se fuera descubriendo lo que después se descubrió", agrega
Ortega.
El equipo de Emiliano Aguirre lo formaban jóvenes entusiastas con
estudios en Paleontología y Arqueología que sentían auténtica pasión por
el yacimiento y lo que en él pudiesen hallar. La mayor parte de los que
formaron ese equipo ocupan hoy puestos de importancia en el CENIEH y en
el MEH donde pueden leerse en las placas de los despachos científicos el
nombre de los alumnos.
La guinda del pastel se pone en el año 2000 cuando la UNESCO declara a
Atapuerca Patrimonio
de la Humanidad. El sueño de Atapuerca lo componen
muchos restos: los 3.500 restos de homínidos. Diez años después de la
declaración de Patrimonio de la Humanidad Aguirre y sus alumnos,
convertidos en doctores y prestigiosos científicos se permiten el lujo de
ver cumplido otro sueño.
La apertura del Museo de la Evolución Humana y del Centro Nacional de
Investigación de la Evolución Humana ofrece un billete premiado a todos
aquellos que hablaron de crear el Museo de Atapuerca. Junto a él, el
llamado Sistema Atapuerca crea una conexión entre el Complejo de la
Evolución Humana y los yacimientos, así como los centros de recepción de
visitantes de las localidades de Ibeas de Juarros y Atapuerca. Y este
sueño aún no ha concluido.
Autor: L. Sierra
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