Vida
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20/03/2011 - 03:31h
Barcino, colonia romana relevante, brinda algunas referencias indirectas sobre temas lúdicos. Pese a que no hay rastro alguno arqueológico ni documental, ¿es lógico sospechar que tuviera una arena?
La historiadora Jordina Sales Carbonell, del Grup de Recerques en Antiguitat Tardana de la Universitat de Barcelona (UB), ha realizado una investigación que le permite sustentar la hipótesis de que la Barcelona romana
disponía de una arena o anfiteatro, y sospecha que se hallaba justo
donde luego fue levantada encima primero la iglesia de Santa Eulàlia
(más tarde denominada Santa Maria de les Arenes) y después Santa Maria del Mar. Su documentado estudio va a ser publicado en breve en el próximo número 21 de la Revista d´Arqueologia de Ponent, que edita la Universitat de Lleida.
Leído
el documentado estudio de la historiadora Sales, comentadas las
hipótesis con ella y escuchadas in situ sus interpretaciones de ciertos
detalles urbanísticos, trataré de resumir cuanto sostiene.
El
marco en el que se sitúa la sospecha de que pudo contener la arena de
Barcino es el mismo que en la época tardoantigua albergó una necrópolis
con sepulturas comprendidas entre los siglos IV y VI; era extensa, tal
como se comprobó en la excavación realizada entre 1940 y 1967:
contabilizó arribar el centenar de enterramientos.
No era
sorpresa alguna que se efectuaran precisamente allí, como tampoco que,
coetáneamente o poco después, se construyera una iglesia. En otros casos
parecidos se trataba de santificar un lugar en el que habían sido
martirizados cristianos a causa de la fe que practicaban. Allí mismo
está documentado que en 877 el obispo Froidoino realizó la exhumación
del cuerpo de santa Eulàlia. Está probado literariamente que en aquel
lugar ya se celebraba culto a la citada mártir desde el siglo VI en el
templo que más adelante, durante la alta edad media, aparece referido
como Santa María de las Arenas.
Seis son los argumentos básicos en los que la historiadora Sales fundamenta su hipótesis.
Primero.
El documento más antiguo conservado en el que aparece citada Santa
Maria de les Arenes se remonta a 1104. Este nombre, contrariamente a lo
que pudiera insinuar, no se refiere a la playa cercana; y es que ahora
sabemos, a diferencia de lo que se había apuntado en tiempos, la línea
costera estaba aproximadamente donde hoy se encuentra. Este nombre bien
podría estar relacionado con la arena de Barcelona. Es sólito en
ciudades de Francia e Italia que algunas iglesias reciban desde antiguo
este apelativo; verbigracia Saint-Martin-des-Arenes, en Nîmes,o Santa
Maria de Arena, en Padua.
Segundo. La minuciosa y solvente
excavación llevada a cabo por Marià Ribas (publicada en 1977) en el
interior de Santa Maria del Mar informa del hallazgo de arenas allanadas
uniformemente y en las que después se excavaron las numerosas tumbas
(de los siglos IV a VI) que formaban una extensa necrópolis
tardoantigua. No parece razonable que en este periodo se tendiera la
mencionada capa de arena para, a renglón seguido, excavarlo y llegar a
materializar más de un centenar de enterramientos. Así pues, es más
lógico sospechar que la superficie de arena aplanada hubiera sido
situada allí con anterioridad y con un fin.
Tercero. Una simple
observación aérea de la trama urbana de esta zona de la Ciutat Vella
transmite la percepción visual de que se dibujan entorno a Santa Maria
del Mar una serie de formas elípticas y de distinto radio. Se trata de
una realidad también observable en las trazas urbanísticas de Lecce o
Córdoba, y también en Lucca y Florencia. Es la adaptación urbanística
posterior a un espacio preexistente. Por ejemplo, la curvatura del
edificio frontero a la fachada principal de la iglesia de Santa Maria
del Mar o la que originalmente se advertía en la calle Sombrerers. En el
supuesto que la arena hubiera estado en el espacio que ahora ocupa
Santa Maria, esta estructura lúdica romana tendría la misma superficie
de otros anfiteatros romanos existentes en Hispania. Una gran
concentración inusual de bóvedas y arcos medievales en las calles del
citado entorno permiten no descartar que alguno tuviera un origen mucho
más antiguo, al tratarse de soluciones arquitectónicas habituales en
arenas.
Cuarto. El recinto amurallado de Barcino era pequeño. De
poseer una arena, forzosamente tendría que haber sido colocada
extramuros. La calle Argenteria, eje viario ya existente en el periodo
de Augusto, unía el portal nordeste y el llano donde hoy se alza Santa
Maria. Sería ilógico haber tendido aquella vía para no conducir a
ninguna parte; de ahí que no sea aventurado pensar que permitía llegar a
una infraestructura existente: quizá la arena.
Quinto. El no
haber hallado resto alguno de una necrópolis alto-imperial indica que la
zona no era entonces de uso funerario, posiblemente porque estuviera
entonces ya ocupada por la mencionada arena.
Sexto: El espacio
medieval del Born, de signo lúdico, fue emplazado significativamente al
lado, al haber ya sido ocupado el lugar por el templo de Santa Maria.
Todas
estas hipótesis confluyen y hacen sospechar pues en que es razonable
pensar que la arena o anfiteatro romano de Barcino bien pudo estar
emplazado donde hoy se alza Santa Maria del Mar. De ahí que, sostiene la
historiadora Sales, valga la pena tenerlo presente, máxime si se da la
ocasión de realizar dentro de aquel perímetro sensible futuras
excavaciones arqueológicas. Y es que, tomados en consideración todos
estos argumentos teóricos, los restos que se puedan hallar permitirían
entonces ser interpretados a la luz de una óptica bien distinta a la
mantenida hasta hoy, y relacionada por tanto con la arena.
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